El fin de semana, deambulando en la FIL de Guadalajara y más que nada esperando a que mi querida amiga Zyanya se decidiera a comprar un disco de música en uno de esos estantes que ofrecen melomanía iconoclasta, comencé a curiosear en los alrededores a la búsqueda de algo interesante cuando me abordó un sujeto trajeado que me dijo (y tendiéndome su mano a manera de saludo):
-Hola, ¿ya le dieron su regalo?
A lo cuál pensé y contesté inmediátamente:
-¿Cómo? ¿Ya mataron a Calderón? ¿México ganó un mundial de futbol? ¿Ratzinger acaba de fallecer? ¿Cayó un meteorito en el Vaticano? ¿Elba Esther Gordillo se asfixió con su propia y crapulenta fealdad? (¡!)
El regordete mercachifle solo disimuló con una sonrisa y contestó atropelladamente (y sin responder a mis interrogantes):
-¿No le gustaría aprender a leer mil setecientas palabras por minuto?
-No, la verdad es que no lo había pensado y como no lo había pensado, pues he de suponer que no me interesa…
-¿De dónde nos visita?
-Vivo aquí, en Zapopan…
-¡Ah!, yo también, pero Zapopan, como dicen, es GRANDE…
-(¡Oh!, pensé hacia mis adentros empequeñecidos y contesté rápidamente): Vivo en Real Vallarta, ¿y mi regalo?
-Ah, pues mire, tenemos el caso de un médico cirujano de Aguascalientes que leía a razón de 660 palabras por minuto, pero después de comprar nuestro método de léctura rápida, aprendió a leer y comprender lo que leía, a razón de mil setecientas palabras por minuto, ¿se imagina usted cuánto conocimiento se ahorró? (Sic)…
(Neta que me contuve por no aplicarle el «¿sí?, pus guauuu!!», y esperé que prosiguiera en su vendimia no sin antes contenerme aun más a contestarle sorprendido, ¡Y cómo lo logró!).
-¿Qué le parece? ¿A qué se dedica usted?
-Soy coleccionista de fracasos y gracias a mí, me gusta leer y no tengo prisa por hacerlo apresuradamente…
-¿Se puede saber la razón?
-¡Claro! (esperaba con ansias esa pregunta)… Mire, creo que el hábito a la lectura no existe porque es difícil, aburrido y a pocos les interesa. En lo personal, nunca había pensado siquiera en llevarlo a cabo de manera rápida como si se tratara de carreritas o como si me fueran a dar un premio de los Record’s Guinnes por realizarlo de esa manera. Pienso que primero deberíamos de inculcar el gusto por hacerlo y después vanagloriarnos por haberlo conseguido.
-Ok, gracias por su tiempo… (agradecimiento hipócrita antecedido por una cara de fuchi).
-De nada, suerte con su método… (respuesta con cara de sarcasmo antecedida y disimulada con un putamadral más, de sarcasmo).
Y tan tán, aquí termina esta breve historia…
Bueno bueno, no voy a terminar este escrito sin antes cuestionar el hecho de que ¿a quién chingao’s en su sano juicio y verdadera afición a la lectura, le interesa aprender a leer «mil setecientas palabras por minuto»? ¡Fuhta! Moraleja: no existe, o quién sabe, no lo sé, cada quién, ¿no les parece?
(Por cierto, a quien lea este escrito en menos tiempo de esas mil setecientas palabras por minuto, <<momento!! ¿si cuenta con esa cantidad palabras? ¡JAH!>> se le otorgará un pequeño espacio en este gran corazonsote que tengo y por haber demostrado que son bien chingones, oh, si…).